Sigue imparable esta cacería empecinada de The Objective contra mi persona, la intromisión en mi vida privada, la de mi familia y amigos, sometidos todos a las medias verdades, el juego sucio y las malas artes, las insidias y difamaciones, la desinformación, la falta de rigor y de veracidad para hacer creer que soy un enemigo a batir. Advierto que esto es largo de leer! El pasado 21 de junio, en mi entorno se recibió un mensaje de WhatsApp de una persona anónima, sin identificarse y desde un teléfono desconocido (el 64. .. .. 69) haciéndose pasar por alguien que estaba buscando casa y que había visto un anuncio en un portal inmobiliario donde se daba el número al que estaba escribiendo, circunstancia que es absolutamente falsa por inexistente. Se le respondió amablemente que no había dedicación alguna a la actividad inmobiliaria y se emplazó a esa persona para que reenviase la información que dijo haber encontrado en el supuesto portal. Nunca lo hizo porque se trataba de un engaño. El lunes 24 de junio esa misma personas reapareció con nuevos mensajes de WhatsApp desde ese mismo teléfono, pero ¡oh casualidad!, ya identificándose como Teresa G., periodista de The Objective, extrabajadora en OK Diario, colaboradora de Telemadrid y del Gato al Agua. Pedía una oportunidad para mantener un encuentro “of the récord” con a quien destinaba dichos mensajes e indulgentemente advertirle sobre una supuesta información que iba a ser de su interés por estar sufriendo un engaño debido a su edad. Qué forma más rara de contrastar una información. Por cierto, es la misma periodista que el 08 de julio me acusaba impunemente en su cuenta de X, tal jueza de un tribunal, de un “delito de malversación como la copa de un pino…”. Ahí lo dejo. Así son las malas artes de los que les gusta sentirse por encima del resto a costa de “su profesión”, que no de su profesionalidad ni de los códigos deontológicos, hasta el punto que hoy no han dudado en poner el foco sobre la casa en la que habito. ¿Sabéis lo que andaban buscando? Desde luego no buscaban proteger a nadie de mí, sino sacar réditos económicos, mediáticos y políticos. ¡Qué no engañen! Sigue sin haber un propósito informativo en lo que publican. Lo que hay es un linchamiento personal y continuado; violencia mediática llevada a cabo por el resentimiento por mi querella en fase de instrucción y unas prácticas periodísticas incapaces de influir en la opinión pública por méritos propios, sino concentrando sus esfuerzos en enfangar mi vida privada con discursos fáciles, falsedades, mentiras y dando satisfacción a los instintos y creencias más primarios de su audiencia, más que en los hechos reales. Como no hay mentira más perjudicial que la verdad camuflada, NOS SEGUIREMOS VIENDO EN LOS TRIBUNALES.
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